¿Quién se ha llevado mi queso? - Reseña crítica - Spencer Johnson
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¿Quién se ha llevado mi queso? - reseña crítica

¿Quién se ha llevado mi queso? Reseña crítica Comienza tu prueba gratuita
Gestión de personas y liderazgo

Este microlibro es un resumen / crítica original basada en el libro: Who Moved My Cheese?: An A-Mazing Way to Deal with Change in Your Work and in Your Life

Disponible para: Lectura online, lectura en nuestras apps para iPhone/Android y envío por PDF/EPUB/MOBI a Amazon Kindle.

ISBN: 9788495787095

Editorial: Empresa Activa

Reseña crítica

Este libro narra la historia de dos hombrecillos y dos ratoncitos que pasaban sus días dentro de un laberinto buscando su preciado queso.

Una fábula sobre las oportunidades y el cambio, y una metáfora con el poder de transformar cualquier ámbito de la vida.

Tener queso hace feliz

En un país muy lejano vivían dos ratones llamados Oliendo y Corriendo (Oli y Corri) junto a dos hombrecitos de nombre Kif y Kof. Los cuatro corrían por un laberinto buscando queso con el que alimentarse y ser felices.

Todos los días nuestros cuatro personajes salían a buscar su fuente de felicidad. Oli y Corri, a pesar de que solo tenían cerebro de ratón, tenían muy buen instinto para buscar queso. Por su parte, Kif y Kof tenían un cerebro repleto de creencias y buscaban un tipo de queso diferente, uno para triunfar y alcanzar plenitud.

En los pasillos y salas del laberinto había quesos deliciosos, pero también rincones oscuros y callejones sin salida donde era fácil perderse.

Con el tiempo, y cada uno siguiendo su método, se toparon con la Central Quesera Q, donde hallaron el queso que ansiaban. Desde entonces, los ratones y las personitas se dirigían todas las mañanas hasta ella.

Oli y Corri se despertaban bien temprano y hacían su recorrido. Al principio, Kif y Kof también, pero poco a poco se fueron despertando cada vez más tarde. Al fin y al cabo, sabían dónde estaba el queso y cómo llegar.

Kif estaba maravillado porque tendría queso para toda la vida. Ambas personitas se sentían contentas pensando que estaban a salvo para siempre. Consideraron suyo todo el queso de la central, y construyeron su vida social alrededor de este.

Trasladaron su casa a una ubicación cercana y la decoraron con frases como: “Tener queso hace feliz”.

Cuánto más importante es el queso, más se desea conservarlo

Los hombrecitos seguían disfrutando de su queso, seguros de merecerlo por trabajar arduamente. La confianza de Kif y Kof pronto se convirtió en arrogancia, estaban tan a gusto que no advertían que el queso poco a poco se agotaba.

A diferencia de ellos, Oli y Corri se percataron de cómo la comida iba acabándose y se prepararon para lo peor.

Una mañana, nuestros cuatro personajes llegaron a la Central Quesera Q y descubrieron que no había queso. Oli y Corri sabían que era inevitable, y tan rápido como pudieron iniciaron otra vez su recorrido por el laberinto. Los ratones no perdían tiempo en análisis, ni tenían complicados sistemas de creencias.

Por otro lado, Kif y Kof estaban anonadados. Kif, enojado y lleno de ira, se preguntaba una y otra vez: “¿Quién se ha llevado mi queso?”. Por su parte, Kof se había quedado petrificado y con tan pocas ganas de enfrentarse a la nueva realidad que se desconectó de ella.

Creían que encontrar queso era lo que necesitaban para ser felices, aunque para cada uno la concepción del queso era distinta.

Para algunos, el queso son cosas materiales, para otros es disfrutar de buena salud o alcanzar la paz interior. Para Kof, el queso significaba sentirse a salvo, tener una familia y una casa cómoda. Kif lo veía como la forma de convertirse en jefe y tener a otros a su cargo.

Durante los días siguientes se quejaron de aquella “injusticia”; volvían a la central con la esperanza de encontrar su queso nuevamente, pero seguía vacía. Cada vez estaban más hambrientos y desanimados.

Kof escribió en la pared: “Cuanto más importante es el queso para uno, más se desea conservarlo”.

Si no cambias te extingues

La falta de queso dejó a las personitas inertes. Kof cerró los ojos lo más fuerte que pudo y se tapó los oídos con las manos. Se negaba a reconocer que las reservas habían ido disminuyendo, estaba convencido de que habían desaparecido de la nada.

Kif analizó una y otra vez la situación, su complicado cerebro comenzó a funcionar. Se preguntaba quién le había hecho aquella barbaridad.

Mientras la intuición de Kof le decía que debía ponerse en marcha, la de Kif seguía buscando una explicación. Con el paso de los días, ambos se sintieron más frustrados y enfadados, y se culpaban el uno al otro de todo.

Kof recordaba a sus amigos ratones y se preguntaba si ya habrían encontrado un nuevo queso. Si bien reconocía que recorrer el laberinto conllevaba momentos de incertidumbre, también comprendía que no estarían en apuros por mucho tiempo.

Pensaba en lo bien que se sentiría aventurarse en el laberinto, encontrar y probar un nuevo queso. La imagen era tan clara que su motivación para irse era cada vez más grande.

Le propuso la idea de ir a su compañero Kif, pero este la rechazó rotundamente ya que el lugar donde se encontraba le resultaba cómodo y conocido, mientras que el afuera era muy peligroso.

El queso seguía sin aparecer y ambas personitas regresaban a casa frustrados. Aunque intentaban negar lo que ocurría, cada vez les costaba más dormir. Su energía iba disminuyendo y la irritación, aumentando.

Un día se les ocurrió que el queso podría estar enterrado en la pared, y trabajaron fuertemente para romperla, pero lo único que consiguieron fue crear un enorme agujero. En ese instante, Kof comprendió la diferencia entre actividad y productividad.

Kif tuvo la idea de quedarse sentados y ver qué pasaba, seguramente tarde o temprano volverían a poner queso. Pero las horas transcurrían y solo conseguían debilitarse más.

Finalmente, un día Kof comenzó a reírse de sí mismo al verse sumido en un miedo tan profundo y paralizante, haciendo las mismas cosas todos los días y esperando un resultado diferente. Si bien salir al laberinto no le daba certeza de conseguir queso, era mejor que terminar muerto a causa del miedo.

Se puso su ropa deportiva y marchó. El queso de la Central Quesera Q pertenecía al pasado y era hora de encontrar uno nuevo. Kif, asustado ante la partida de su amigo, intentó convencerlo en vano de que se quedara.

“A veces, las cosas cambian y nunca vuelven a ser como antes. Nosotros también debemos hacerlo”, le dijo Kof a Kif, que con tan solo tomar consciencia de su situación se sentía más vivo.

Para Kof era momento de volver al laberinto, pero antes de irse escribió una frase en la pared con la esperanza de que su amigo se animara a hacerlo también: “Si no cambias, te extingues”.

¿Qué harías si no tuvieras miedo?

Kof, quien comenzaba a caminar, se preguntaba una y otra vez por qué no lo había hecho antes. Al adentrarse al laberinto echó una mirada atrás, hacia la comodidad que dejaba, y se sintió tentado de volver. Pero escribió una frase en la pared más cercana para darse ánimos: “¿Qué harías si no tuvieras miedo?”.

A veces, un poco de miedo es bueno cuando te incita a la acción, pero es terrible si te impide hacer algo. Así Kof emprendió su aventura.

En los días siguientes, la personita encontraba algunos pedazos de queso aquí y allá. Aún no recuperaba la confianza en sí mismo. Muchas veces, cuando pensaba que iba por la dirección correcta, se perdía entre pasillos.

Empezó a dudar, quizá la posibilidad de encontrar un nuevo queso era tan solo un sueño, pura esperanza. El desaliento tocaba su corazón, pero volvía en sí al pensar que era mejor recorrer el laberinto que quedarse de brazos cruzados.

Allí se dio cuenta de que el queso de la central no había desaparecido de la nada, sino que él había sido incapaz de darse cuenta. El cambio lo había pillado por sorpresa. Ante aquello, la personita escribió en una pared: “Huele el queso a menudo para saber cuándo empieza a enmohecerse”.

Cuando las fuerzas de Kof empezaban a flaquear y el miedo parecía apoderarse de él, se formulaba la misma pregunta de antes: “¿Qué harías si no tuvieras miedo?”. Pensaba en su amigo Kif, ¿habría empezado a moverse o seguiría paralizado por sus miedos?

Kof recordó las veces en que se sintió a gusto en el laberinto, siempre en movimiento. Escribió otro recordatorio en la pared: “Avanzar en una dirección nueva ayuda a encontrar un nuevo queso”.

Algo lo detuvo en su viaje, un largo, oscuro y aterrorizante corredor. ¿Qué lo esperaba ahí adentro? ¿Habría algún peligro? Pero la personita se rio al darse cuenta de que su miedo solo atraía cosas negativas.

Kof se lanzó a correr por el oscuro pasillo y descubrió que aquello alimentaba su alma. Se sentía libre y con confianza en lo que le esperaba. Cada vez se lo pasaba mejor y no tardó en comprender por qué se sentía de aquel modo. Escribió en la pared: “Cuando dejas atrás el miedo, te sientes libre”.

¡Cambia y disfruta del cambio!

Kof comprendió que había sido prisionero de su propio miedo y que avanzar en una dirección lo había liberado. Ahora, revitalizado, no dejaba de pensar en el nuevo queso. Cuanto más clara veía la imagen de este, más real se volvía y más presentía que iba a encontrarlo.

La personita escribió de nuevo en la pared: “Imaginarse disfrutando del queso nuevo antes de incluso encontrarlo conduce hacia él”.

Luego de recorrer con energía y agilidad el laberinto, encontró otra Central Quesera, en cuya puerta había unos pedacitos de un nuevo queso. Vio tipos de queso que no conocía, de aspecto fantástico. Comió de casi todos y guardó unos trozos para compartirlos con su amigo Kif.

Cuando entró en la Central Quesera quedó consternado: ya no había mucho más. Si se hubiese movido antes, probablemente habría encontrado allí más queso. Kof decidió volver atrás para averiguar si su amigo Kif estaba dispuesto a acompañarlo.

Sin embargo, cuando volvió, este se negó rotundamente. No creía que le gustase el nuevo queso, no estaba acostumbrado a su sabor y no iba a cambiar de actitud.

Kof, decepcionado, regresó a la parte más alejada del laberinto. A pesar de la negativa de su amigo, él se sentía feliz de que su miedo no lo dominara y de ser capaz de hacer lo que le gustaba.

Supo que encontrar lo que necesitaba era cuestión de tiempo, y escribió en la pared: “Es más seguro buscar en el laberinto que quedarse de brazos cruzados sin queso”.

Kof advirtió que lo que nos da miedo nunca es tan malo como imaginamos. El miedo crece en la mente y empeora la realidad. Además, era natural que se produjeran cambios constantes, por ello hizo una pausa para escribir: “Las viejas creencias no conducen al nuevo queso”.

Nuevas creencias estimulan nuevas conductas. Al cambiar de creencias, Kof había cambiado su forma de actuar. La personita ya se había liberado del pasado y ahora se estaba adaptando al futuro.

Cuando ya le parecía que llevaba toda la vida en el laberinto, ¡encontró un nuevo queso en la Central Quesera N! Kof quedó pasmado por lo que vio. Había enormes montañas de queso, algunos conocidos y otros no.

Por segundos creyó que aquello era parte de su imaginación, hasta que vio a Oli y Corri que lo saludaron con un movimiento de pata y cabeza. Luego de devolverles el saludo, la personita se puso a probar todos los quesos hasta saciarse.

Aprendió algo muy útil de Oli y Corri: sus amigos ratones no analizaban en exceso ni complicaban las cosas. Reflexionó sobre sus propios errores del pasado y los utilizó para trazar un plan para su futuro:

  • El cambio es un hecho.
  • Prevé el cambio.
  • Controla el cambio.
  • Adáptate rápidamente al cambio.
  • ¡Cambia!
  • ¡Disfruta del cambio!
  • Prepárate para cambiar rápidamente y disfruta otra vez.

Kof observó lo lejos que había llegado, y supo que sería fácil cometer el mismo error si no se mantenía atento a todo. Aún quedaban montañas de queso, pero Kof exploraba a menudo el laberinto para conocer nuevas zonas.

De pronto, le pareció oír un ruido cada vez más fuerte, como si viniera hacia él. ¿Sería Kif? Kof rezó y esperó que su amigo finalmente hubiese sido capaz de moverse hacia el queso y disfrutarlo.

Notas finales

La obra de Spencer Johnson “¿Quién se ha llevado mi queso?” enseña que es mejor adaptarse al cambio que resistirse a él, en especial cuando ese cambio nos lleva a nuevos caminos, metas o “quesos”.

La vida, al igual que el laberinto, está llena de dificultades y peligros, pero siempre tiene sus recompensas, y para llegar a ellas es necesario dejar atrás el pasado, la comodidad y el miedo.

Es mejor actuar tarde que no hacerlo nunca.

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¿Quién escribió el libro?

Licenciado en Psicología y Doctor en Medicina, reconocido internacionalmente por sus libros “¿Quién se ha llevado mi queso?”, “El ejecutivo al minuto” y “Cómo ser buen padre en 1... (Lea mas)

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